Descubrir la multiplicación del tiempo

Silvia Coto, una ingeniera en sistemas y ama de casa costarricense habla sobre cómo el espíritu del Opus Dei le ayuda en su vida cotidiana

Conocí el Opus Dei hace más de dieciocho años; en aquel entonces acababa de entablar amistad con el que llegaría a ser mi esposo y, como en cualquier historia de amor humano, me enamoré de él por sus virtudes, que luego con el tiempo me di cuenta de que, en parte, procedían de la formación que recibía de su mamá, supernumeraria del Opus Dei. Podía decir en ese entonces que el Opus Dei era “algo bueno”, aunque no entendía el “por qué”.

Entonces el Opus Dei era “algo bueno”, aunque no entendía el “por qué”

Me casé. Fueron llegando los hijos y en ocasiones me resultaba difícil tener claras las prioridades que, según mi entender, tendría que tener una buena madre de familia y una buena profesional. Trabajaba en una empresa y en pocos años había escalado varios puestos, así que me propuse acercarme más al Opus Dei, buscando apoyo para mis circunstancias. Así fue como empecé a apreciar con profundidad la grandeza de ser esposa y madre, al tiempo que, junto a mi trabajo como ingeniera en sistemas, se me fue abriendo un panorama de horizontes infinitos, al recibir tantas satisfacciones del estupendo trabajo profesional que también se puede hacer en el hogar. 

"Aprendí que cada minuto de mi vida me puede llevar a Dios"

De pronto, las labores de la casa tomaron un matiz completamente nuevo: hacía un esfuerzo por hacerlas por amor, para servir a mi familia y, sobre todo, para agradar a Dios. Mi dedicación y ocupación por educar bien a mis hijos tenían un norte muy claro: ¡quiero que sean buenos cristianos, que algún día lleguen cielo y que, mientras tanto, sean felices aquí en la tierra!

"Empecé a apreciar con profundidad la grandeza de ser esposa y madre, al tiempo que, junto a mi trabajo como ingeniera en sistemas, se me fue abriendo un panorama de horizontes infinitos"

Sin saber bien cómo, el tiempo que antes no me alcanzaba para hacer labores de oficina y de la casa a la vez, se multiplicaba, al dedicar unos momentos a mi crecimiento espiritual, con la asistencia a Misa diariamente, un rato de oración personal, el rezo del Santo Rosario…, de tal forma que logré tener un pequeño negocio propio de venta de artículos de pewter, meter el hombro en una labor apostólica del Opus Dei, asistir a medios de formación cristiana, y pasar todas las tardes buscando estar más cerca de Dios ¡a través de las tareas escolares y educativas de mis hijos! Aprendí que cada minuto de mi vida, independientemente del trabajo que esté realizando, me puede llevar a Dios.

Proyecto educativo Surí

Un día en La Sabana

Además de la coherencia de vida y de doctrina que voy asimilando, doy al trabajo su lugar: me esfuerzo por santificarlo, es decir, ofrecerlo a Dios, realizarlo lo mejor posible, procurando crecer en virtudes humanas y sobrenaturales; lo veo como el medio ordinario para buscar la santidad –pues lo hago por amor al Señor– y para acercar a mis colegas a Dios. En estos años no han faltado oportunidades de comprobar que un servicio hecho desinteresadamente y con cariño da lugar a conversaciones muy provechosas.

Desde hace unos meses laboro en el Proyecto Educativo Surí, una iniciativa promovida por fieles del Opus Dei, ubicada en Pavas, San José de Costa Rica. Allí se educan y forman mujeres, desde la adolescencia temprana –en un colegio de enseñanza secundaria– hasta edades adultas, en un Centro de Capacitación donde se imparten cursos variados, que proporcionan diversas habilidades a mujeres que merecen más oportunidades de formación profesional para iniciar su propia pequeña empresa o llevar un ingreso adicional a sus familias, de donde, en la mayoría de los casos, son jefas del hogar. 

"Te acompaño a Misa para que me rinda más el día"

Ha pasado algún tiempo, ¡cuánto he aprendido! No puedo más que decir que cada día está lleno de “pequeños milagros”… pues ¡hasta las cosas más difíciles se tornan oportunidades de dejar que el Señor haga de las suyas!

San Josemaría, con su visión santificadora del trabajo, nos ha ayudado a muchos a descubrir la multiplicación del tiempo, y que “Dios no se deja ganar en generosidad”. Todos lo podemos comprobar, no sólo en nuestras vidas sino también en las vidas de nuestros hijos. Ahora ellos me dicen: -Te acompaño a Misa, para que me rinda más el día.