Una cumbre para conquistar día a día

Iris Lucchesi de Diez, conocida por todos como “Goldi”, es madre de ocho hijos y trabaja en temas de familia. Para quien vive en Mendoza, a los pies de la Cordillera de los Andes, no resulta casual comparar el amor matrimonial con la majestuosidad y el desafío que encierra conquistar una cumbre y experimentar esa sensación única de mirar el paisaje desde lo alto después de haber “peleado” por ella.

Goldi con su marido y sus 8 hijos

¿Existe una receta para formar una familia?

No hay recetas, cada familia tiene su estilo. Pero sí hay “brújulas”, medios que nos ayudan en los distintos momentos de la vida familiar e “ingredientes” que no deberían faltar nunca, como el espíritu de servicio.

"En casa es algo muy natural, algunos somos del Opus Dei y otros no. Todos han conocido a través de nosotros la formación de la Obra; algunos la hicieron propia y otros siguieron sus caminos en otras realidades de la Iglesia con total libertad"

Estás casada hace más de 30 años, ¿se puede vivir enamorada por tanto tiempo?

Sí. Estar enamorada es una cumbre para conquistar día a día. El problema está en creer que sólo es algo pasivo, que viene de arriba. Al principio es así; pero después, como todo lo bueno en la vida, tiene que crecer y madurar. En ese momento, se comienza a descubrir íntimamente a la otra persona y se ama al otro tal cual es, llegando incluso a conocer, aceptar y querer los defectos. A lo largo de la vida aparecen dificultades y distintos modos de pensar y ver las cosas dentro del mismo matrimonio. Por eso, para amar hay que desarrollar el ingenio, usar la inteligencia y la voluntad. El amor lo abarca todo y esto, justamente, lo hace atractivo y capaz de durar la vida entera. 

¿Cómo fuiste cuidando tu matrimonio en sus distintas etapas?

Nosotros –Alejandro y yo– empezamos a cuidar nuestro matrimonio desde el noviazgo, preparándonos juntos. Sobre esa base fuimos viviendo cada momento: la llegada de los primeros hijos, la etapa de los colegios, la universidad de los chicos y, este año por ejemplo, el casamiento de dos de nuestras hijas. Hubo momentos con varios problemas y tuvimos que tenernos paciencia y comprensión para aceptar las limitaciones del otro; sobre todo cuando las dificultades no dependen de uno, como los problemas de salud o económicos. Quizás lo más difícil de comprender es cuando uno espera de la otra persona más de lo que en realidad puede dar. Hay que exigir menos y enriquecerse de las buenas cosas del otro. Para esto, hace falta paciencia y dejar actuar al tiempo. Así, uno se va capacitando, conociendo, amando. Tampoco hay que tener miedo a las crisis, siempre son una oportunidad para amar más; son pruebas que vale la pena superar.    

Tener ocho hijos, ¿quitó espacio al matrimonio?

No, para nada. Eso depende de la creatividad del matrimonio, no del número de hijos. Es más, creo que es al revés; los hijos unen mucho y dan nueva vida al matrimonio, lo enriquecen. Lo que quita tiempo y espacio es el egoísmo, que se puede manifestar de mil formas. En realidad, no son las cosas las que nos quitan tiempo, sino que es uno el que se deja quitar tiempo por cualquier cosa. Hay que animarse a hacer “horas extras” en la propia familia. Nunca sentí que un hijo me quitara tiempo para estar con mi marido; ni que mi marido me quitara tiempo para estar con mis hijos. Sólo es cuestión de tener claras las prioridades y saber esperar a que llegue el momento para aquello que es secundario.

"Hay que animarse a hacer “horas extras” en la propia familia. Nunca sentí que un hijo me quitara tiempo para estar con mi marido; ni que mi marido me quitara tiempo para estar con mis hijos. Sólo es cuestión de tener claras las prioridades y saber espera

¿Cómo te acercaste al Opus Dei?

Desde chica buscaba “algo” que me ayudara a tener una relación íntima con Dios y no lo encontraba. Había leído varios libros de autores que pertenecían al Opus Dei, pero no conocía directamente la Obra. Hasta que, hace 22 años, una amiga me invitó a un retiro del Opus Dei y me encantó.

¿Cómo viven tus hijos y tu marido el hecho de que seas supernumeraria del Opus Dei?

En casa es algo muy natural, algunos somos del Opus Dei y otros no. Todos han conocido a través de nosotros la formación de la Obra; algunos la hicieron propia y otros siguieron sus caminos en otras realidades de la Iglesia con total libertad.

San Josemaría habló en numerosas oportunidades sobre el matrimonio y la familia, ¿qué es lo que más te atrajo de sus enseñanzas?

Creo que las enseñanzas de San Josemaría son muy profundas y, a la vez, muy simples. Uno puede estar toda la vida redescubriendo lo que significa, por ejemplo, que “el marido sea el hijo más pequeño” o la importancia que tiene el “no discutir delante de los hijos”. Son frases que tienen muchísima profundidad. En su vida y sus escritos hay tanto para aprender que tendré letra para toda la vida.

Un tema recurrente en San Josemaría es educar a los hijos en la libertad ¿cómo se lleva esto a lo concreto?

Para que ejerciten su libertad hay que educarlos en la responsabilidad. Y esto se hace realidad a través del trabajo. Sólo poniéndonos en situaciones concretas aprenden hasta dónde pueden llegar, en dónde tienen que mejorar, cuáles son sus capacidades y cuáles sus limitaciones. Como madre una tiene que tratar de darle a los chicos distintos encargos, trabajos y actividades para que ellos vayan descubriendo esa responsabilidad y, por tanto, ejerciendo su libertad. Esta es la libertad más externa que se ejercita en el hacer, en la creatividad, en saber aprovechar el tiempo... y, por otro lado, está también la libertad interior, que consiste en adherir personalmente a aquello que uno decidió y en elegir entre las cosas buenas, las mejores para cada momento o circunstancia. La libertad es el ejercicio de la inteligencia y de la voluntad en muchos más ámbitos de los que uno se imagina.

Además de tu familia, formás parte de la fundación “Nuestros Cimientos”. ¿Cómo surgió esta iniciativa y a qué se dedican?

Gracias a la ayuda que significó para mí la cercanía de otras familias y matrimonios en la formación de mi propia familia; sentí que debía “hacer algo” y retribuir esa deuda que tenía con ellos. Además, siempre me movió lo que decía San Josemaría: “no se puede vivir de espaldas a la muchedumbre”. Fundé, junto con otras personas, “Nuestros Cimientos”, que se dedica a cuidar, orientar y fortalecer la familia en la provincia de Mendoza, Argentina. Realizamos charlas, cursos, congresos y otras actividades en dónde tratamos temas como la autoridad, los límites, la violencia, las adicciones, la educación sexual… La mayoría de los problemas que sufre la persona y la sociedad se deben a que su célula fundamental, la familia, está enferma. Si esta célula no sana, el tejido sigue enfermo. Para fortalecer la familia hay que proteger, principalmente, el amor en el matrimonio. Desde la fundación tratamos de prevenir en lugar de curar, es decir, ayudar a aprender a amar.