¿Cómo comenzaron a ir a la villa 21?
El padre Pepe tiene relación habitual con el capellán de un colegio de Barracas. Éste último se puso en contacto con el P. Emiliano, capellán de CEC, y él nos avisó a nosotros: Nacho, Santi, Oscar y yo.
¿Cuál fue la primera tarea que se les encargó?
A algunos chicos no les iba bien en el colegio, y por eso nos pidieron que los ayudáramos con las materias que se habían “llevado” a marzo. Preparamos a cinco, y cuatro lograron pasar de año, el otro estaba demasiado complicado. De los que pasaron, uno que había especulado con dejar una materia previa, estudió y aprobó también, contra todas sus expectativas.
¿Cómo te sentiste ante el desafío de dar clases a chicos?
Nunca antes había dado clases, por eso no sabía hasta que punto les iba a servir mi ayuda. Me sorprendió que entendían las cosas bastante bien; lo que más los ayuda es tener un momento claro para dedicarse a estudiar y que vos los alientes y les expliques algunas cosas. Al principio parecía que no tenían chances de aprobar, pero después se pusieron a estudiar y salió todo bien.
¿Cómo siguió la historia después de la primera prueba?
Después de los exámenes de marzo, nos ofrecimos para seguir trabajando para lo que hiciera falta. Nos pidió que siguiéramos con el apoyo escolar, pero en la parte más lejana del barrio, que llaman Villa 24, al lado del Riachuelo. Tiene una cancha de fútbol en el medio y casas alrededor. Se quería hacer algo en ese barrio para poder ayudar a los chicos. Teníamos un comedor como lugar físico. Ahora vamos todos los sábados unas dos horas. Los chicos fueron yendo de a poco, primero de otros lados y después se animaron los del barrio. En total son unos 30 chicos.
¿Cómo es un día típico?
Primero estudiar, después un rato de fútbol. Buscamos hacer un seguimiento personalizado: practican lectura, les dictamos y hacemos todo con un sistema de puntos, para que sea más entretenido. A veces llevamos caramelos o cosas así. Estamos intentando que los chicos lleven la tarea del colegio, aunque por ahora sale más que nosotros llevemos cosas para que practiquen.
Antes de conocer el Opus Dei, ¿te habías planteado hacer estas cosas?
No, la verdad que no. Quizá alguna vez se me ocurrió pensar: “Qué bueno sería ayudar”; pero después no encontrás cómo. A lo mejor das una moneda en la calle. Con esto, das mucho más que eso, porque das tu tiempo. Es todo un proceso: uno va tratando más a Jesús, conociéndolo más. Se te va agrandando el corazón. Querer más a Dios también es querer y preocuparse más por los demás. Entonces te van dando ganas de hacer cosas concretas para ayudar.