Por el camino de la solidaridad

Artículo del P. Patricio Olmos, vicario del Opus Dei en Argentina, publicado en el Diario La Nación. Propone, basándose en las enseñanzas de Juan Pablo II y de San Josemaría, que la solidaridad es el camino para alcanzar la paz.

La paz social es un gran bien anhelado por muchos, como vemos ahora en la Argentina. En el Antiguo Testamento se anunciaba que el Mesías iba a nacer en un tiempo sin guerras. Jesucristo nació durante la llamada pax romana , cuando lo que hoy es Europa y sus inmediaciones estaban en paz, como fruto del dominio del emperador César Augusto. Como decimos, esa paz era consecuencia del dominio, de la guerra.

Con el correr de los siglos, el pensamiento moderno pregonaría una nueva visión sobre el modo de alcanzar la paz social: el comercio. Así se facilitarían y acrecentarían las relaciones entre los pueblos, para evitar la guerra. Este postulado intentó hacer funcional una constatación sobre la condición humana: el hombre privilegia siempre su interés. Se pensó que si se favorecía el comercio, en pro del interés personal, los seres humanos privilegiarían la paz antes que la guerra. La propuesta mostró sus deficiencias a fines del siglo XIX y durante el siglo XX, lo que quizá haya puesto en evidencia que la paz no puede basarse en el propio interés, sino que debe fundarse en una actitud ética que trascienda al individuo.

La Iglesia Católica, a través de Pablo VI, con su encíclica Populorum progressio (1967), formuló una auténtica propuesta superadora, al hablar de la relación entre la justicia y la paz. Asumió la importancia del aspecto material, pero señalando que los beneficios deben llegar a todos: "El desarrollo es el nuevo nombre de la paz". Desafiando la paz aparente de la Guerra Fría, el papa Pablo VI señaló: "La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día tras día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres".

De acuerdo con los reclamos actuales y la sensibilidad de la época contemporánea, fue Juan Pablo II quien radicalizó la propuesta: "El lema del pontificado de mi venerado predecesor Pío XII era Opus iustitiae pax , la paz como fruto de la justicia. Hoy se podría decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica Opus solidaritatis pax , la paz como fruto de la solidaridad. El objetivo de la paz, tan deseada por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia social e internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos, para construir juntos, dando y recibiendo, una sociedad nueva y un mundo mejor".

La solidaridad es una virtud que trasciende las relaciones de justicia, que llama a dar más de lo que sería estrictamente justo.

En este sentido, traigo a colación unas palabras de San Josemaría Escrivá, un santo que estuvo en Buenos Aires, en junio de 1974: "Con la justicia no se llega. Trata a la gente con justicia y déjate llevar un poco del corazón, hasta donde puedas [ ]. Haz lo que puedas por los demás, por medio de tu trabajo, y vive con la justicia, con la caridad. La justicia sola es una cosa seca. Quedan muchos espacios sin llenar. Pero no hables de caridad: vívela".

El camino de la paz se construye, en buena medida, con las obras de la solidaridad. Tanto la paz interior como la paz familiar, la paz en el ambiente laboral y la paz en la sociedad dependen de la caridad. Un hermano que pide perdón destraba un conflicto familiar. Un jefe o un empleado que es generoso en su trabajo y comprensivo con las limitaciones del otro colabora con un clima pacífico en la oficina. El estudiante que da su tiempo en labores de solidaridad con los más necesitados y el profesional que apoya la iniciativa con su consejo experto o con su aporte económico promueven el desarrollo de los que tienen menos.

San Josemaría presenta dos actitudes que favorecen el trabajo al servicio de los demás: mantenerse sereno ante las preocupaciones y aprender a olvidar las pequeñeces y los rencores . Así se allana el camino de la concordia y la solidaridad que lleva a la paz que todos deseamos.

El autor es vicario del Opus Dei en la República Argentina.

Pbro. Patricio Olmos | Diario La Nación