Canonización de San Josemaría

Artículo de Mons. Francisco Polti, obispo de Santiago del Estero, Argentina, publicado por Nuevo Diario, con ocasión del 5to aniversario de la canonización del fundador del Opus Dei.

Corre el año 1940. La guerra civil dejó más de un millón de muertos, y aunque han pasado unos meses, todavía laten sus corolarios. Eran tiempos de escasez, el país estaba destruido y faltaba hasta lo más elemental. El sacerdote Josemaría Escrivá acaba de regresar a Madrid, de donde tuvo que huir 14 meses atrás porque lo buscaban para asesinarlo.

Regresando a casa luego de una visita, debe tomar un taxi. Durante el trayecto, busca animosamente la conversación con el taxista. En un momento, el conductor lo frena y le dice: “¿Dónde estuvo usted durante la guerra?”. “En Madrid”, contesta el sacerdote. A lo que el taxista responde: “Lástima que no lo hayan matado”. Escrivá no hizo ningún gesto de indignación.  Luego de preguntarle al taxista si tenía hijos, agrega una generosa propina para el conductor: “Para que le compre algo a sus hijos”[1]

Hoy 6 de octubre se recuerda el 5to aniversario de la canonización de Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. No sólo tuve la gracia de asistir a su canonización en la Plaza de San Pedro, sino también de convivir unos años con el en Roma, cuando me preparaba para el ministerio sacerdotal; y más tarde, en 1974, recibirlo en su visita a Buenos Aires.

Es probable que en un día así surja la pregunta: “¿Qué hay que hacer para ser santo? De la anécdota que acabamos de narrar surge una posible respuesta: vivir la caridad, amar a Dios y a todas las personas.

La caridad no es algo abstracto, etéreo o borroso. Vivir la caridad es vivir como vivió Jesucristo. En el evangelio, vemos que Jesucristo se detiene a escuchar. Aunque esté apurado o sus compañeros lo animen a ignorar a quien lo llama, Jesús insiste en detenerse y escuchar. También, lo vemos curar a los enfermos, dar consejo a los dubitativos y atender hasta las necesidades más materiales. Y en el final de su vida, justo antes de morir, lo vemos perdonar a sus asesinos. Perdonar es un acto muy grande de caridad. 

Justamente por esto, podemos pensar que es demasiado para nosotros. “¡Qué dificil parece la tarea de superar las barreras que impiden la convivencia humana! Y, sin embargo, los cristianos estamos llamados a realizar ese gran milagro de la fraternidad: conseguir, con la gracia de Dios, que los hombres se traten cristianamente, ‘llevando los unos las cargas de los otros’ viviendo el mandamiento del Amor, que es vínculo de perfección y resumen de la ley’”[2]. Desde el mismo momento en que el error y la maldad son parte constitutiva de la vida humana, debe serlo también el perdón. El que perdona se parece mucho a Dios, que es “Dios de misericordia y de perdón”. El que perdona tiende puentes de unión entre las personas. ¿Cuántas familias, cuántos amigos, cuántas relaciones, volverían a reconstituirse si aprendiéramos a perdonar?

Perdonar no implica afirmar que el otro no hizo nada malo. No es lo mismo exculpar que perdonar. Sin embargo, el que perdona sabe pasar por encima de la ofensa para llegar al fondo de las personas, sabe dar una segunda oportunidad. Y si todos queremos que nos den una segunda oportunidad, es lógico que estemos dispuestos a darla. 

La Iglesia sigue nombrando santos para que los cristianos tengamos modelos actuales, comprensibles, cercanos en el modo y la forma. El fondo es siempre el mismo: Jesucristo. Los santos son un camino para acercarnos a Jesús. 

Recientemente el Papa Benedicto XVI decía a miles de jóvenes reunidos en Italia: “Cada uno de ustedes si permanece unido a Cristo, podrá cumplir grandes cosas. Por ello, queridos amigos, no deben tener miedo de soñar con los ojos abiertos grandes proyectos de bien, y no deben dejarse desanimar por las dificultades”. Seguramente, aprender a perdonar es uno de esos grandes proyectos de bien, y quizá San Josemaría puede ser un camino que ayude a sortear las dificultades.

+ Mons. Francisco POLTI, Obispo de Santiago del Estero.

[1] El Fundador del Opus Dei, Andrés Vásquez de Prada, Tomo II.

[2] San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid 1973, 157.

Nuevo Diario - Santiago del Estero, Argentina