Aprovechar la Navidad para transmitir la fe en la familia

Óscar Vidal vive en Valladolid (España) y es economista. Está casado con Ana y tiene 4 hijos. Los dos son del Opus Dei. En su casa sólo entra el sueldo de Óscar. En el vídeo relata cómo procura aprovechar la Navidad para transmitir la fe a sus hijos.

¿Con 4 hijos y en la situación actual, no te inquieta el futuro?

La famosa “crisis” me inquieta, naturalmente. Más aún con una familia numerosa. La situación económica actual ha disminuido gravemente la aportación estatal para el tipo de rehabilitaciones que realiza mi empresa. He sufrido dos bajadas de sueldo considerables en los últimos dos años y eso hace tener menos recursos económicos, como es lógico. La situación en la empresa es, digamos, decreciente y en ocasiones, preocupante. Desde febrero ha ido saliendo de la empresa un empleado tras otro cada semana. Pensaba en qué semana me tocaría a mí. Desde luego esta situación me ha hecho estar más cerca del Señor y detrás de todo encuentro la Cruz con la que Él quiere que cargue.

'Para una persona de la Obra es igual de complicado que para los demás, pero la fe te da una visión de las cosas distinta'

¿No cuesta mucho este modo de ver las cosas?

Mira. Veo una parte positiva en todo este asunto: he notado que la gente se abre más, que te cuenta sus cosas, sus problemas, que ya no vamos presumiendo  de que yo cobro tanto y que mira qué casa me he comprado, qué coche. Todo lo contrario: ahora se dicen cosas como que  a mí también me han bajado el sueldo, en mi empresa han echado a dos, estoy en el paro y busco trabajo, etc. Siempre sale el manido refrán de “Dios aprieta pero no ahoga”, pero en estas circunstancias es así.

Pablo, recién nacido, ante la atenta mirada de sus hermanos.

Esto tiene sus consecuencias...

Comentando con los compañeros llegamos a la siguiente conclusión: no nos queda otro remedio que seguir trabajando, poniendo el hombro, no porque cobres menos tienes que trabajar menos, es una necesidad para todos. Para una persona de la Obra es igual de complicado que para los demás, pero la fe te da una visión de las cosas distinta: Dios está ahí, Dios lo quiere, yo también. No voy a quejarme, voy a hacer bien mi trabajo que ya tendré tiempo de “cobrármelo debidamente”.

¿Además de lo que cuentas, como lleváis la situación laboral?

Dios paga muy bien, ya lo creo. Siempre lo ha hecho. En mi caso, cuando llegó el cuarto hijo me dio la oportunidad de cambiar de trabajo y que mi mujer pudiese quedarse en casa con el único sueldo que entraba: eres generoso, pues toma, más dinero para poder cumplir tus deseos, pero no te olvides de que estoy ahí. Ya lo veo, ya, y sólo han pasado cuatro años y tres de ellos difíciles. Fe en Dios. Confianza en que nos sacará de ésta si nosotros trabajamos bien. Gracias a Dios, por el momento, no hemos necesitado ninguna ayuda económica de la familia, pero qué quieres que te diga, cualquier propinilla que cae es bien aceptada.

 

Hablas de fe en Dios, ¿qué implicaciones tiene esta fe en tu vida?

Quizá pueda resultar extraño para quien no pasa por esa situación, pero con mi vocación al Opus Dei mi vida ha empezado a girar en torno a Dios. La Misa diaria, mis ratos de oración, mi trato con la Virgen me dan fuerza para acometer esta vida ajetreada. Todo resulta más llevadero y Dios me hace sacar tiempo y fuerzas de donde no lo hay. En la oración, además de darle muchas gracias al Señor, rezo por mi familia, por las notas de mis hijos, por su salud. También intento acordarme a diario de mis compañeros de trabajo, de mis amigos, de los problemillas que surgen cada día. También me divierto contando a Dios los avances humanos y espirituales de mis hijos, le hablo de cada uno de ellos al Señor y a la Virgen.

'¿Quieres que te diga una cosa? Pues que creo que con la vocación Dios me da una gracia especial para nadar en medio del oleaje'.

Así parece que la vida es muy sencilla, todo demasiado fácil... 

De fácil nada, a veces uno se siente superado y los agobios ante los reveses y muchas veces duras dificultades no te los quita nadie. Pero no sé  por qué Dios me ha dado esta visión positiva y hace que afronte con optimismo tantas contrariedades, cuando lo lógico es que muchas cosas fueran, porque lo son, “duras penalidades”. ¿Quieres que te diga una cosa? Pues que creo que con la vocación Dios me da una gracia especial para nadar en medio del oleaje.

¿También en el trabajo metes a Dios?

¡Claro! Eso intento al menos. Con él gano el pan para mis hijos y es algo que me esfuerzo en ofrecer a Dios. Jesús fue carpintero en Nazaret y yo procuro santificarme –intentar parecerme a Él– entre números, cuentas, balances, planes. ¿Lo más duro? Las inquietudes ante el cobro de las facturas. A veces todo sale mal, se complica, los pagos no llegan...

'Santificar el trabajo, para mí, no es ponerse de rodillas o fastidiarse aguantando al jefe desde primeras horas de la mañana. Simplemente es sonreír cuando alguien ha sido un pesado...'

¿Y eso qué más repercusiones tiene?

Como digo, santificar mi trabajo es una tarea más en la que Dios tiene que ver. Santificar el trabajo, para mí, no es ponerse de rodillas o fastidiarse aguantando al jefe desde primeras horas de la mañana. Simplemente es sonreír cuando alguien ha sido un pesado, o -cuando me dan más tareas- intentar dar las gracias; pero no por hipocresía, sino porque realmente veo detrás la carga de trabajo necesaria para estar cerca de Dios. Tengo un pequeño burrito de madera junto al teclado de mi ordenador que me sirve para mirarlo y elevar mi trabajo a Dios y poner un poco de esfuerzo en la tarea que tengo que hacer. Junto al burrito, una tarjeta de la empresa. Alguno se piensa que el burrito es un regalo de mis hijos y que la tarjeta de la empresa la tengo para recordar el domicilio, el cif o el teléfono; pero a mí me sirve para ofrecer los ratos de trabajo, la carga que lleva este burrito, ofrecerla por la buena marcha de la empresa. Cuando hago las nóminas del personal y se las envío a cada empleado, al doblarlas y meterlas en sobres, me paro un momento y encomiendo a cada uno de ellos.

¿Y no te cansas nunca?

¡Muchas veces! Cada vez somos menos empleados en administración y me han dado las tareas que hacía otro de mis compañeros que ya no está. Esto me supone un esfuerzo añadido, pero doy gracias por tener trabajo. No me quedo a gusto si no hablo con aquel compañero que me ha hecho enfadar. No me puedo ir a casa con ese pesar. En ocasiones, tiro un papel a la papelera y éste se cae al suelo. Pienso: "un tipo de la Obra no puede dejar ese papel fuera, así que… agáchate a recogerlo". Me esfuerzo mucho por no dejar las tareas a medias, prefiero terminarlas y quedarme un poco más para acabarlas, siempre que eso no suponga un desorden familiar, a dejarlas para el día siguiente. Vencer la pereza en el trabajo es un hándicap diario. El ser justos en las cuentas con mis compañeros o proveedores. En una ocasión un proveedor nos cobró 9 euros menos en una factura. La gente no le llamaría diciéndoselo, porque piensa: ¡ah! Se ha equivocado, que espabile. Ni mi jefe, ni yo somos de esos: le llamamos, se lo dijimos y quedó muy agradecido. Es más, agradeció el señorío y honradez de nuestra actuación. Daba gusto tener un cliente así.

'No soy partidario que hacerles ver a los niños que la crisis dichosa afecta sobremanera en nuestra casa por aquello de no agobiarles'.

¿Y luego están los chicos? ¿Cómo os cuadran las cuentas?

Apretándonos el cinturón. Nuestras vacaciones han consistido en  estar en casa. Tampoco es que hayamos ido siempre de vacaciones desde que nos hemos casado, pues nunca hemos tenido para ello. Cuando hemos ido, nos han prestado un apartamento en Gandía. Este año lo hemos cambiado por un campamento para María (pagado por mi suegro), un día a la playa de ida y vuelta a Santander, y eso sí, los niños a casa de amigos, los amigos a nuestra casa que tiene piscina comunitaria. No veas qué bien se lo han pasado: han jugado de lo lindo con ellos. Hemos hecho excursiones con nuestros amigos, salidas al campo. No es tan difícil prescindir y olvidarnos de esas vacaciones de las que todo el mundo habla. Parece que es necesario salir de la ciudad y estar en la playa. Algunos conocidos me preguntan: ¿Dónde te has ido de vacaciones este año? Respuesta: he estado disfrutando de mi familia en mi casa. Se quedan alucinados. Aún más cuando les digo que he estado una semana en un pueblo cercano y en una casa de convivencias muy sencilla  (“Aldebarán”) haciendo una convivencia para acrecentar  mi formación cristiana. No me entienden. Y tiene razón, ¿cómo narices van a entender que me quede en mi casa porque no tengo de qué?

¿Y a los chicos esto les resulta atractivo?

Pues la verdad, mis hijos disfrutan mucho con los amigos de sus hermanos. Una amiga de María ha venido dos veces, con sus dos o tres noches cada vez y no veas el interés de Juan (6 años) y Pablo (4 años) por jugar con la amiga de María. Estaban pendientes de cuándo iba a venir, y tristes cuando se marchaba. Aun teniendo piscina, como te digo, nos íbamos los miércoles con los chicos mayores a Aldebarán y jugaban al fútbol, al “tenis”, recogiendo pelotas quiero decir, y después Alejandro recibiendo su primera plática con otros chicos de un sacerdote que acude allí. El primer día estaba algo receloso, por cierto “miedo a lo desconocido”. Al acabar me dijo que el próximo día quería ir a la plática porque era divertido y había aprendido cosas, no me dijo qué cosas. El caso es que la semana siguiente no tuve que decirle nada, entró en la plática con los demás, me dio un beso y me dijo: luego te cuento lo que nos han dicho. Salió y no me dijo nada. Casi mejor, prefiero que no se sienta obligado a contarme “sus propósitos” o aquello que haya visto en la plática.

'Les hacemos ver que no podemos dejar las luces encendidas, o en lugar de encender todo el baño, con una de las dos luces es suficiente para lavarse los dientes'.

¿En casa habláis de la “crisis”, de las dificultades económicas?

No soy partidario que hacerles ver a los niños que la crisis dichosa afecta sobremanera en nuestra casa por aquello de no agobiarles y que tengan un recuerdo de su infancia en el que su padre estaba todo el día riñéndoles porque habíamos gastando tanto en esto, tanto en esto otro. Lo que sí creo que hay que decirles y enseñarles a vivir es en la austeridad. Tampoco ser un raca con ellos. Los chuches son los domingos: hoy no hay chuche, porque es sábado. Les hacemos ver que no podemos dejar las luces encendidas, o en lugar de encender todo el baño, con una de las dos luces es suficiente para lavarse los dientes. Cuidar el material escolar y los libros de texto por si, raro caso es, pueden servirle a tus hermanos pequeños. Lo mismo con la ropa, somos los mejores recicladores del mundo (las familias numerosas, me refiero). La ropa de María no la podemos utilizar en los niños, por lo que se la damos a una amiga que tiene tres niñas. Bueno pues a María, como es normal, le cuesta dar la ropa porque está bien (la ropa vieja la tiramos y punto) y se sorprende de esa “generosidad”. Entiende que si está vieja no se la podemos dar, que tiene que estar nueva. Y al final lo da con alegría porque sabe que está haciendo un bien a los demás. Ya te digo que María tiene un corazón muy grande. Es muy sensible.

¿Cómo vivís esa “austeridad” en la vida práctica?

Ahorramos utilizando menos el coche, usando la bicicleta para ir a Niara o cuando voy a jugar al pádel con los amigos. Otro detalle: cuando en febrero me volvieron a bajar el sueldo dejé de salir a tomar café con los compañeros del trabajo. Parece una bobada o una mala decisión porque, lógicamente, no estoy con ellos en ese tiempo de descanso. Ya. Al final de mes me ahorro cerca de 25 euros y eso para nosotros es importante.

'Muchos de los numerosos padres con hijos en Niara valoran que se pretenda no sólo formar futbolistas, sino personas íntegras y que Jesucristo es el camino a seguir'.

¿Y los niños no echan de menos lo que ven en otros?

Creo que no. Te pondré un ejemplo. Sus cumpleaños son otra buena oportunidad para hacerles ver que no se puede gastar sin medida. Tienen su límite anual. Cuatro cumpleaños al año. Que elijan bien sus amistades o elijan a qué cumpleaños quieren ir. Estamos intentando, sin mucho éxito por el momento, que cuando mis hijos invitan a su cumpleaños, los amigos no traigan  regalos. Cada uno hace lo que le da la gana. Este último cumpleaños que hemos celebrado, en septiembre, de Juan, una madre nos hizo caso. Al principio, nos contó, estaba reticente, pero luego hizo caso y nos comentó: Es que esto es lo que llevo diciendo yo toda la vida y nadie se atreve a hacer. No trajo regalo y se lo agradecimos.

Pero esto puede parecer extraño…

Parece que siempre queremos quedar bien y que si no llevas un regalo eres menos. Nosotros no llevamos regalo a los cumpleaños de nuestra familia. Tampoco vamos a aprovecharnos, vamos a acompañar, a celebrar un cumpleaños. Habrá gente que no lo entienda, pero vivimos con nuestros hijos esa austeridad o ese no malgastar o ese: ¡que no, que no tienes que tener interés en que vengan tus amigos al cumpleaños para recibir de ellos un regalo, que lo importante es que vengan y estén contigo, que eres tú quien invita y pone la merienda, los hinchables, el polideportivo donde juegas un partido, quien prepara la fiesta para tus amigos y no al revés! Se trata de dar y no de recibir.

'Veo una parte positiva en todo este asunto: he notado que la gente se abre más, que te cuenta sus cosas, sus problemas, que ya no vamos presumiendo de que yo cobro tanto y que mira qué casa me he comprado'.

¿Antes hablabas de Niara? ¿Qué es?

El Club Juvenil Niara lo hemos promocionado padres de la Obra y amigos nuestros. Tiene un polideportivo, canchas, salas de estudios y de manualidades... Muchos de los numerosos padres con hijos en Niara valoran que se pretenda no sólo formar futbolistas, sino personas íntegras y que Jesucristo es el camino a seguir. Ahora varios padres amigos míos asisten a una charla de formación cristiana. Muchos se asombran de los grandes tesoros de nuestra fe y descubren que merece la pena –hasta en lo meramente humano– acomodar la vida a los ideales del Evangelio: “¡Ya era hora de que me invitases a estas charlas. Lo estaba esperando desde que me enteré de su existencia!”, me dijo hace poco uno de mis amigos.

Me decías que también las canchas son de los padres...

Durante el año pasado, algunos, cuyos hijos no compiten –sólo entrenan– me comentaron que lo que a ellos les gustaba más era el baloncesto. Bueno, pues ya está, organizamos todos los jueves un partido de baloncesto. Jugamos unos doce. Ha sido un buen comienzo y en mi caso me ha servido para recuperar la amistad con dos amigos de toda la vida: “el baloncesto nos ha vuelto a unir”.

'Dios paga muy bien, ya lo creo. Siempre lo ha hecho. En mi caso, cuando llegó el cuarto hijo me dio la oportunidad de cambiar de trabajo y que mi mujer pudiese quedarse en casa con el único sueldo que entraba'.

Ahora somos una “pandilla” que estamos a por todas. Cuando alguno se ha lesionado, porque a esta edad uno ya se lesiona, los demás estamos pendientes de su evolución; o cuando ha nacido algún hijo o fallecido algún familiar. Digamos que en poco tiempo hemos acrecentado nuestra amistad y hecho un grupo muy diverso pero que, en definitiva, tenemos el mismo objetivo: vernos cada semana y no perder el contacto. Al final de los partidos nos tomamos unas “cañas” frescas, charlando de las incidencias de la semana: las alegrías y las dificultades.

¿Os comprometéis los padres en la marcha del Club?

Entre todos lo sacamos adelante. Este año me he ofrecido para ayudar en las tareas que haga falta. Los viernes por la tarde me estoy encargando de la actividad de manualidades. Ayudo en las actividades de pintura, marquetería y papiroflexia. Recuerdo los tiempos antes de casarme cuando dedicaba muchas horas de mis fines de semana al club juvenil. Ahora es una ocasión de oro para conocer y educar a los niños que van a ser, en teoría, amigos de mis hijos, hacer amistad con sus padres y, para el que quiera, compartir con ellos nuestra fe.

También eres catequista...

Ya el año pasado comencé a dar catequesis en mi parroquia. Niños de segundo curso. Niños que, en teoría, tienen intención de aprender y tratar a Jesús. Hablar con los padres es fundamental para que ayuden a sus hijos a vivir la fe que han recibido. Al final del curso pasado, los padres vinieron a la catequesis y les di una pequeña charla para estimularles en la formación de sus hijos. Este año los seguiré en tercer curso y será el definitivo antes de recibir su primera Comunión. Tengo especial interés en que conozcan que a quien van a recibir es a Jesús.  Hace poco uno de los niños me dijo que él era Dios: “Si me como a Dios en la comunión, me hago Dios porque lo tengo dentro de mí”.