40 años de San Josemaría en Luján

En junio recordamos la visita del fundador del Opus Dei a la Argentina. En esta nota transcribimos comentarios de San Josemaría sobre la Virgen de Luján, a quien visitó el 12 de junio de 1974.

El mismo día, pero en 1974, San Josemaría acudió a la Basílica para rezar a la Virgen. En esa ocasión se reunió con muchas personas de numerosas ciudades de Argentina, Uruguay y Paraguay. Recogemos algunas palabras suyas pronunciadas durante su estadía en nuestro país, desde el 7 al 28 de junio.

***

Cuando me vaya, me quedaré a los pies de Santa María de Luján; ahí dejo mi corazón… Hijos míos, gracias, gracias a Dios, gracias a vosotros, y gracias a Santa María de Luján: porque he venido, y porque me iré, pero volveré; y además, me quedaré.”

Para toda la tierra argentina, para aquellos bosques maravillosos del Paraguay, para aquella tierra del otro lado del Plata, para vuestros hogares, para vuestros hijos, para las guitarras de vuestros hijos, y para la alegría de vuestros corazones: la bendición de Dios Omnipotente, la protección de la Madre del Cielo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Que sembréis la paz y la alegría por todos lados; que no digáis ninguna palabra molesta para nadie; que sepáis ir del brazo de los que no piensan como vosotros. Que no os maltratéis jamás; que seáis hermanos de todas las criaturas, sembradores de paz y alegría, y que les deis esta inquietud de acción de gracias que tú me has dado con tus palabras. Porque me has conmovido, y me haces decir otra vez al Señor: Gratias Tibi, Deus, gracias Tibi!” “Las gracias se las damos a Dios porque para mí ha sido un goce sobrenatural y una alegría humana inmensa. Yo soy hombre como vosotros, un pobre hombre, y me remueve el alma cuando veo el afecto que tenéis, la sinceridad de vuestra vida, que procura ser cristiana, luchando. Las gracias las doy yo a Dios, Nuestro Señor; y las gracias las doy yo a los argentinos, que una vez que os conoce no se puede desear marcharse; y si hay que marcharse, no se puede desear no volver. Yo quiero volver”.

-Padre –le dijo una mujer–, yo he sido siempre pobre, mi padre era portero y yo vivo en lo que aquí llamamos conventillo. Pero siempre he estado contenta. Nunca sentí ser pobre, ¡nunca!... hasta ahora. Porque quisiera tener mucho para dárselo todo, Padre.

Hija mía, tú has dado como yo: ¡todo lo que tienes! De manera que sigue contenta, que el Señor está muy satisfecho de tu generosidad. ¡Reza, trabaja, sonríe! ¡Fijaos cómo sonríe! ¡Qué alegría! Y si tú eres pobre, yo soy paupérrimo. De modo que somos hermanos en la pobreza. Somos gente que estamos más cerca de Jesucristo. No te preocupes. Y no envidiamos a nadie. Si deseamos medios económicos, son para servir a los demás. ¡Bendita sea la pobreza! Que no es dolor, es alegría, que es felicidad. Hemos de luchar en la tierra. Hay un Padre de la Iglesia que dice que los luchadores combaten desnudos, porque si no – si alguno de ellos va vestido-, el contrario lo agarra por la ropa, y lo vence fácilmente. ¡A ti y a mí no nos pueden agarrar! ¡No tenemos nada encima!”.

“Hoy he pensado en vosotros en mi oración: en esta bendita tierra argentina, que es madre fecunda, con estas llanuras inmensas que son como brazos de mar en el océano; y he dado muchas gracias a Dios Nuestro Señor. Y ahora repito: Gratias Tibi, Deus, gratias Tibi! Gracias porque me has traído a esta tierra generosa, donde hay gente que quizá podría hacer más. Quizá algunos están un poco dormidos, quizá algunos estén un poco vacilantes, quizá algunos no se den cuenta de lo que le deben a Dios Nuestro Señor y a Nuestra Señora de Luján. Hijos míos, aquí hay mucha abundancia: el que quiere trabajar puede. Tenéis un corazón grande. No debo dar gracias a Dios yo solo: debéis agradecer conmigo, y así comenzaremos la tertulia de familia, de una manera grata al Señor, diciéndole que le estamos reconocidos por las bendiciones que derrama y que derramará sobre este país.”